Hoy os voy a contar lo que sucede cuando acaba una buena comilona de unos 200 buitres y todos están saciados.
Así es como se le queda el cuerpo a uno de estos grandullones. ¿Cuántos kilos de carne irán en ese pedazo buche?
Según van acabando salen a campo abierto, a una zona soleada, y pasan un rato antes de emprender el vuelo hacia su lugar de descanso definitivo. Aquí, se asean quitándose el polvo levantando en el frenesí culinario, reponen sus plumas dobladas, se sociabilizan entre ellos y... ¡vomitan sin parar! Comen tanto que sus cuerpos rechazan el exceso. Vomitan trozos de carne enormes que los congéneres más cercanos a su posición no dudan en engullir (aunque luego ellos mismos vuelven a regurgitarlos en ocasiones...). Por supuesto, toda esta escena es presenciada por otros invitados a este "festín" vomitatorio.
Cuervos.
Milanos reales.
Y cigüeñas blancas (siento haber roto el glamour que tiene este ave para alguno de vosotros).
Todos ellos están esperando el momento en que uno de estos buitres embuchados eche la pota para intentar pillar cacho.
Esta es la escena (a contraluz, lo siento) que os quiero describir. Buitres rellenos de oveja que tienen que hacer hueco en sus estómagos y tiran lo que les sobra. Esto sirve de alimento para los que han comido menos así como para milanos, cuervos, cornejas y cigüeñas que así no tienen la necesidad de poner en riesgo sus vidas intentando sacar algo de los mismos cadáveres de oveja, que era lo que hoy se servía en una granja de Quintanilla del Agua.
Después del relax y la purga interior y una vez liberados de la carga extra, emprenden el vuelo, muy pesadamente y como grandes aeronaves de trasporte hasta arriba de material, dirigiéndose a sus lugares de descanso definitivo y donde pasar la noche. Esta es, más o menos, la secuencia de un despegue.
Espero que no hayáis leido esto a la hora de comer...
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