Media mañana, nubes en el cielo pero buena temperatura, y el coro de pájaros típico de la época que ameniza el momento. La naturaleza sigue su curso. Pero, de repente, sin esperármelo como es lógico, se oye un zumbido que corta el aire pero no veo nada. Los pájaros dejan de cantar y se hace el silencio durante unas décimas de segundo, hasta que alborotados cambian los melodiosos cantos por gritos de alarma. Y, de entre los árboles del soto en el que me encontraba, surge imponente la figura de un águila calzada de fase oscura. Se desata el caos entre los habitantes de la arboleda y mientras unos huyen despavoridos, otros persiguen al depredador que lleva en sus garras el premio del terrible picado que acaba de hacer.
Os dejo la secuencia del momento en que la rapaz remonta de entre la masa forestal, después de haber aparecido de la nada, con su presa en las garras.
Aquí, un detalle sacado de una de las fotos y muy aumentado. Aunque no se aprecia bien, por tamaño y color de las plumas de los flancos, para mí solo hay dos opciones, o un verdecillo o un escribano soteño. Personalmente me decanto por el segundo.
