miércoles, 14 de julio de 2010

Los aláudidos del Arlanza

La familia de los aláudidos está formada por pájaros pequeños, pardos y discretos. Es, seguramente por ello, por lo que no causan la admiración que otras especies y, en muchos casos, son poco conocidos. Algunos son muy discretos, como la totovía, la terrera común o la cogujada montesina y, otros, se vuelven muy bulliciosos y numerosos en los meses de invierno, formando grandes bandos, como la calandria o la alondra común.
Pero, a parte de esa poca singularidad en sus plumajes, tienen algo más en común. Y es un canto melodioso, alto y muy agradable que, además, sirve para identificar y separar a cada una de las especies.
En la vega del río Arlanza tenemos 6 especies de aláudidos y, teniendo en cuenta que en Burgos hay 7 especies y en toda la península 8 (sin incluir las rarezas), se puede decir que no está mal.
De nuestras 6 especies, la más grande es la calandria común. Es un invernante muy abundante, pudiendo llegar a formar bandos de miles de ejemplares durante el invierno, ocupando labrantíos, barbechos y parameras. Durante los meses de reproducción se vuelve menos numerosa pero, en ningún caso, resulta escasa o rara. Solo hay que buscarla en su hábitat ideal que suele ser el mismo que ocupa en invierno. Su gran tamaño, las alas negras por debajo con una línea blanca en su borde, cuando vuela, es una buena característica para identificarla. Si se ve posada, lo mejor es su llamativo collar negro y su robusto pico. Su canto, aunque tosco en algunas notas, es alto y espectacular. Aquí un ejemplar fotografiado cerca de Lerma a finales del invierno.

Exactamente con los mismos patrones fenológicos que la calandria, tenemos a la alondra común. Quizá la más conocida, al menos su nombre, de todos nuestros aláudidos. Solo que, en ciertos hábitats, es más abundante que la calandria. Su canto es exquisito e inunda las praderas durante las primeras semanas de la primavera. Esta foto está hecha entre Torrepadre y Villahoz, en pleno invierno, cuando es más numerosa.

Pero quizá, el aláudido de distribución más abundante y regular en nuestra comarca sea la cogujada común. Está presente en prácticamente todos los hábitats, incluidos los urbanos (aldeas y pueblos). Casi siempre agrupada de dos en dos pero, en invierno puede formar pequeñas asociaciones (no se pueden llamar grupos) con algunos congéneres, aunque rara vez supera los 10 ejemplares. Es muy fácil de ver correteando por caminos y carreteras secundarias, ya que siempre se alimenta en sitios abiertos. La característica principal para su identificación es la pequeña crestita que casi siempre lleva levantada, sobre todo, cuando se muestra en estado de alerta. Aún así, en reposo, aparece como una pequeña coleta o moño. El pico también es muy poderoso. Su canto, al igual que los miembros de toda su familia, es muy melodioso. Esta foto está hecha hace unas semanas en Tordómar.

Muy parecida a su prima anterior, tenemos a la cogujada montesina. De hecho, en muchas ocasiones, su separación resulta complicada para el profano o el principiante. Pero si conseguimos oir su canto, podremos separar a las dos especies sin dificultad. Aún así, hay una serie de rasgos que, siempre si conseguimos una buena y pausada observación, pueden ayudartos a distinguirlas. El pico de la montesina es más discreto y se suele ver más recto que el pico levemente ganchudo de su prima. La crestita es mucho más corta y levanta menos. Y el moteado del pecho es más patente y tosco, siendo éste mucho más suave y menos uniforme en la cogujada común. Mi opinión personal es que estamos ante una de nuestras joyas orníticas del país ya que esta especie está solo circunscrita a la península, Baleares y norte de África, entre Marruecos y casi Egipto. Pero somos el único país de toda Europa que tenemos a la cogujada montesina, por lo que debemos velar por ella aunque no tenga la presencia de otras especies más emblemáticas para el conservacionismo español. Se da, además, la circustancia de que Burgos forma parte de su límite norte de distribución, por lo que más al norte, ya se va rarificando hasta dejar de aparecer. Esta foto está hecha hace unos meses en parameras cerca de Fontioso.

Llegamos a una de los pequeños aláudidos, la terrera común. Esta es una de las cinco especies de estos pájaros que ocupan las zonas abiertas. Es la más pequeña, la más discreta y la más difícil de detectar, salvo cuando emite su canto territorial en época nupcial. Entonces vuela en vertical sobre el suelo y con leves cernidos emite su canto para comunicar su presencia al resto de congéneres. Es en este momento cuando podemos disfrutar bien de ella. Fuera de estas semanas, es un pájaro muy, muy discreto y, como he dicho antes, difícil de ver; aunque con paciencia... Además, contrariamente a sus primas anteriores, la terrera común tiene una fenología estrictamente estival en nuestra zona y en nuestro país o, lo que es lo mismo, solo la tenemos entre abril y finales de verano, pasa el invierno en África subsahariana. Para migrar sí forma grandes grupos, pero al llegar a sus regiones de reproducción (como es la nuestra) se dispersa en busca de territorios. Pequeñita, como ya he dicho antes, con un moñete muy discreto en cuanto a tamaño, pero de un pardo-rojizo que llama la atención. Su pecho no tiene motas y son patentes dos manchas negras a los lados del cuello. Además, es también visible una línea oscura en sus alas cuando permanecen cerradas, en la zona de las escapulares. Su pico es fuerte y ancho, pero más bien corto. En la cornisa cantábrica, esta especie ya es rara, así que en Burgos está la población más norteña de la especie en nuestro país. La foto está hecha esta pasada primavera en Madrigalejo del Monte.

Y llegamos a la última especie, la totovía. Se caracteriza, principalmente, por tener unos hábitos y ocupar un hábitat totalmente distinto al de sus parientes. La totovía es propia de manchas de vegetación más o menos abiertas, como encinares, robledales o, incluso, pinares, pero siempre que la vegetación arbórea y de monte bajo no sea demasiado densa y pueda moverse con soltura entre los árboles. Además, es propensa a posarse en los mismos, cosa que es muy raro ver en el resto de sus parientes salvo, quizá en alguna ocasión, la cogujada montesina. Su moteado es mucho más patente y más distribuido por todo su cuerpo que en el resto de aláudidos. También posee una crestita que, además, está enmarcada en una diadema blanca muy visible. Su pico es pequeño y muy finito, todo lo contrario que el del resto, que suele ser más ancho. Su canto es de una sola estrofa repetida de manera insistente y monótona, sin tanta variabilidad como en el resto de sus parientes. La fenología, según regiones, no está muy clara. Depende mucho de como sean los inviernos. En inviernos duros llega a desaparecer de ciertas zonas en toda su totalidad, pero si encuentra algún lugar más benigno, pude pasar el inverno entero y volverse sedentaria que, en principio, es lo que sucede por aquí. Pero desde luego, a partir de marzo es mucho más abundante que durante los meses más fríos. La foto está sacada cerca de Ura.

Espero que a los principiantes en esto del "pajareo" os sirva de pequeña ayuda, guía y recuerdo y, a los expertos, espero no haberos aburrido. Si véis algo que no cuadra, no dudéis en comentarlo.
En pocos días, empezaré a tener material nuevo y me dejaré de recopilaciones.

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