El pasado día 5 fotografié a este mochuelo en uno de los numerosos montones de piedras que jalonan las parameras del Arlanza. Era ya prácticamente de noche y, si este pajarico se queda inmóvil, puedes pasar con el coche a su lado y ni verlo. Parece mentira que su plumaje esté tan bien diseñado como para, sin moverse, parecer una piedra más. Solo esos dos maravillosos ojos amarillos, adornados por dos cejotas que le dan un aspecto de vivir enfadado siempre, lo delatan si te fijas un momento.
No se si lo he contado alguna vez ya, pero estos montones de piedras son el resultado de la extracción de las mismas de las tierras de labor. Un trabajo más que tienen que realizar los aguerridos agricultores de la zona para sacar un pingüe beneficio de las pobres tierras de esta zona donde siembran mayormente cebada, pero también trigo y girasol, todo salpicado por campos de cultivo de lavanda (con destino a la industria cosmética).
Después de observar un ratín a este Fonso (nombre que le dan por mi tierra al mochuelo y que a mi, como es lógico, me simpatiza un montón) me acerqué a ver a mis lechucitas favoritas. Y cual ha sido mi sorpresa cuando, al asomarme, he visto que había 5 pollos y no 3, como había observado hasta ahora. Cinco carotas eran las que me dieron la bienvenida, eso sí, vistas brevemente ya que, enseguida, se me dieron la vuelta.
Sigue habiendo buen paso de collalba gris y hoy, día 7, he visto un alcotán cerca de mi casa. Podría ser el último del año. A ver que da esta tarde...
1 comentario:
Hola Alfonso.Cuando niño criaba un mochuelo en casa, alimentándolo con escarabajos peloteros (entonces muy abundantes pues había muchas ovejas en nuestra finca).Lo que pasó mi madre cuando se escaparon todos del tarro y la casa se llenó de bichitos negros por doquier.Recuerdos de infancia.
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